
Atrevidamente la publicidad se mete en las habitaciones interiores del razonamiento humano, cuando menos lo esperas, el cañón de la publicidad te dispara. A mi todo esto me malgasta, lo reconozco, y hasta me vuelve un mal educado. Lo siento. La paciencia tiene un límite. Esto de la publicidad, tiene una sombra, pues a medida que pasa el tiempo nos arrastra a una sociedad, obligada a consumir un sinfín de productos que en realidad, no necesitamos; Y dejarte seducir, acaba comiéndote media vida.

Todo vale para persuadir, eso es lo malo, aunque se consiga ganar adictos al encantamiento, a mi no me parece ético convertir al ser humano, hombre o mujer, en un mero objeto del deseo. Renuncio, con todas mis fuerzas, a esa publicidad que engorda a los seres humanos con hábitos de consumo y estilos de vida impetuosos, puesto que ha generado una conciencia equivoca y un pensamiento independiente a la persona, frente a una realidad que golpea en la mejilla cada día al despertar. Es irónico ver esa proclama que embrutece a las personas o las caricaturiza, haciendo promesas falsas en productos que se anuncian, solo con fines lucrativos, ¡jamás se puede poner de moda el engaño!, pero realmente la realidad es otra.

Las incitaciones de algunos medios de comunicación al hacer pública una noticia íntima, son tan brutales (y bestiales), que si tuviésemos una publicidad más honesta, pienso que todo quedaría en una historia imposible de contar. Considero, pues, que hay que condenar esa publicidad que nos roba el tiempo, que nos trata como bobalicones, porque su influencia nos lleva a la deriva. Y por el contrario, apruebo esa otra publicidad que ayuda a la persona humana a crecer en su conocimiento de manera liberadora y a recrearse en su hábitat de forma libertadora. Cuestión de discernimiento.
Más pronto que tarde, esto pasa factura. En cualquier caso, el mundo de la publicidad está ahí, entrometiéndose en todo, pegando fuerte porque son las alas del sistema económico actual.
En conclusión, “No todo lo que brilla es oro”
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